miércoles, 2 de febrero de 2011

Serruchando el piso a un rolingston

Las mañanas de Juan siempre han sido siniestras, las tardes oscuras y las noches falsas. Lo primero que hacía al levantarse era llamar a su amante mientras su mujer estaba en el baño. Arreglaban un horario para verse en el telo, casi siempre a la siesta mientras sus parejas los creían trabajando. Cuando llegaba a la oficina buscaba la aprobación de su jefe contándole los últimos chismerios que se enteraba en el ascensor y mientras explotaba la bomba del día se escondía en el baño de maestranza a fumarse un porro. Antes de volver al trabajo se lavaba frenéticamente las manos y cara, comía un chicle y se ponía desodorante que lleva siempre consigo para la ocasión. Al mediodía no se iba a comer sino al telo donde pasaba sus dos horas de descanso meta coger con Tatiana, a la que le prometía que iba a dejar a su esposa mientras ella ilusionada le arreglaba la corbata. Por la tarde en la oficina aprovechando que el jefe no iba se encargaba de que los que estaban debajo de él hicieran su trabajo, amenazándolos con mentiras y falsos comentarios que atribuía a su jefe. Cuando al marcharse bajaba solo en el ascensor escupía el pulsador de los pisos esperando que alguno de sus enemigos se ensuciara las manos. Al llegar a casa era todo amor y caricias para su mujer embarazada, la llenaba de elogios y dulces mentiras mientras miraban la tele en la cama. Asi fue siempre Juan, por años hasta que abandonó finalmente a su esposa e hijos, se hizo llamar Jazz Vudu y partió solo hacia el desierto.