sábado, 29 de enero de 2011

Precipicios azulados

La primera vez que Juan le contó a alguien su historia de miedo fue cuando se desempeñaba como profesor en un secundario para adultos. Era una clase sobre semiología, hablaba muy locuazmente, como es su costumbre, sobre el significante y el significado, signos, semas, símbolos y también un poco de metáforas. Juan preguntó ¿Puede haber significantes sin significado? No se escuchó nada entre los alumnos, ni una respuesta, era un grupo muy participativo pero nada se les ocurrió. Juan, sentado y relajado miró por la ventana y se perdió en un viejo recuerdo que hacía años no venía a su mente. Recordó la noche que pasó solo en la cima de la montaña. Cansado pero dispuesto. Subiendo entre los precipicios del Abanico, bordeando la muerte. Solo, a los 16 años. Confundido por un amor adolescente que ya ni recuerda. Dispuesto, en silencio, sin decirle a nadie, a sus padres les dijo que se trataba de un campamento. Omitió decir que iba sólo, sin carpa ni bolsa, con apenas unos porros y algo para tomar y comer. Menuda epopeya si uno la estrella. Buscando una gloria desconocida, en ese cerro andaban ovnis, que el mismo había visto años atrás desde el otro lado del lago y que por ATC en cadena nacional Gomez Fuentes comentó burlonamente. Anocheció sin luna. La oscuridad era densa a un metro de la fogata. Los pájaros callaron y por unas horas solo algunos grillos y el ruido de las ramas poblaron el universo. Se fumó lo que quedaba, comió y bebió contento, a salvo, sólo en esa montaña. Feliz y orgulloso de vencer al miedo. Se durmió tranquilamente.
A las tres de la mañana se despertó sobresaltado.